¿Eres esclavo o libre?
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Gálatas 5:1 La esclavitud se manifiesta de muchas formas. Esta palabra se define como aquel que carece de libertad por estar bajo el dominio de otros, pero también podemos añadir estar bajo el dominio del pecado. El evangelio de Juan 8:34 dice: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” O sea, ¿cómo se define el pecado a través de la Biblia? Todo lo que nos aparte de la voluntad de Dios. El quedarnos cortos de la meta que Dios tiene para cada uno de nosotros, eso es pecado. Yo no conozco a nadie, y yo me incluyo, que no hayamos pecado. Todos nosotros somos personas imperfectas y nuestra vida está plagada de fallas, pero hay una realidad y es que por mucha buena voluntad que tengas, solos no somos capaces de cambiar el curso de nuestras vidas y alcanzar todo lo que Dios quiere darnos. Desde la antigüedad la esclavitud ha sido parte de la humanidad y a través de la historia aprendemos que había muchas maneras de alcanzar la libertad, pero hoy quiero hacer un énfasis en esa libertad que tanto deseamos y es el poder huir de nuestras propias debilidades. Sin embargo, por una razón u otra nos encontramos esclavizados a ataduras del pasado tanto culturales como creadas por nuestros propios deseos carnales. Por ejemplo, yo provengo de una nación donde había un sincretismo marcado y la mezcla se hacía real en toda parte de la sociedad. Yo fui criada dentro del catolicismo, pero al mismo tiempo en mi familia se creía y se profesaba cultos a dioses paganos a través del espiritismo, cartomancia, la brujería, la metafísica, etc. Todo esto fue marcando mi vida y trajo gran confusión a mi alma. Por un lado, asistía a la iglesia, creía en Dios, a mi manera y buscaba respuestas a los problemas en lugares donde el Señor estaba completamente ausente. No tuve el discernimiento para entender que, en vez de encontrarme con soluciones, lo que hacía era atar más y más mi vida a voces extrañas que me daban falsas esperanzas, las cuales se desvanecían rápidamente trayendo desolación y más confusión. El pecado tiene muchas variantes, pero lo principal es que siempre termina esclavizando todo tu ser y apartándote de vivir bajo los principios del único y verdadero Dios: Jesucristo nuestro Señor y así ser bendecida y que todo te vaya bien. Dios desde el principio sabía que, si permitíamos que a nuestra mente y corazón entraran creencias de falsos dioses, eso nos iría atando como grilletes en los tobillos y las manos para paralizarte y llenarte de temor. El convertirte en esclavo te va debilitando, diluyendo la esperanza, robando tu identidad y paralizando tu vida. Deseas cambiar, pero cuando lo intentas el temor te alcanza y vas corriendo hacia aquello que te tiene apresado. Sin embargo, Dios Padre junto a Dios Hijo crearon un plan para que encontráramos el verdadero camino para ser libres. Cuando abrimos nuestro corazón y dejamos que, entre la Palabra de Dios, eso nos lleva por un camino de libertad que no puedo comprar, ni heredar porque Jesucristo lo compró con su sangre y el Padre nos hizo herederos juntamente en Él. Cada uno de nosotros tenemos que tomar la decisión y confesar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. La Palabra de Dios dice que con el corazón se cree para justicia y con tu boca confiesas a Jesucristo para salvación. También nos enseña que cuando tomamos esa decisión la ley del Espíritu de Cristo nos libra de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2) y en el evangelio de Juan nos enseña, capítulo ocho, que el conocer la verdad nos hará libres y que al que el Hijo liberte, será realmente libre. ¿La pregunta sería libre de qué? Libre de toda culpa, de buscar las verdades en los lugares incorrectos, de sumergirnos en la búsqueda de placeres que nos dejaran mayores vacíos, de huir de todo lo que Dios ha querido darnos, pero nosotros lo hemos esquivado una y otra vez. Es ahora cuando debemos analizar si realmente queremos huir del pecado que nos ha hecho esclavos o seguir hundiéndonos en el hoyo de la angustia. Yo sé cuál fue mi decisión hace muchos años, y nunca me arrepentiré de ese momento. El camino ha sido difícil, pues no somos transformados como los cuentos de hadas. El camino es angosto, pero cuando vamos tomados de la mano del Señor y escuchamos la voz de su Santo Espíritu, puedes estar seguro de que las garras del pecado ya no te pueden esclavizar. Hoy te exhorto para que escuches con tu corazón la voz de su Espíritu y que este mensaje toque cada fibra de tu ser y puedas decir: ¡Soy Libre porque el Hijo me ha hecho Libre! Padre, hoy confieso con mi boca lo que hay en mi corazón. Me arrepiento de todo camino de perdición que haya tomado en mi vida y confieso que de ahora en adelante mi vida le pertenece al único Dios: a Jesucristo nuestro Señor y desde este momento comienzo a caminar con el discernimiento que he nacido de nuevo para gritar a los cuatro vientos que soy Libre en Cristo Jesús. Lecturas recomendadas: Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Romanos 10:10 Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:32 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8:36 |