Sembrando Semilla de Dios - 2 Timoteo 3:16-17
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El amor de Dios restaura

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 1 Juan 4:16

La vez anterior les hablé del Dios que restaura y terminé mencionando sobre Pedro y hoy quiero llevarlos a este relato que confío nos va a hablar a todos y enseñarnos una parte de la naturaleza de Dios maravillosa.

Vamos a viajar un momento donde Pedro se encontraba cuando a Jesús lo llevaron arrestado ante Poncio Pilatos. Pedro horas antes le había declarado a su Maestro que él nunca lo negaría, pero la realidad terminó siendo otra. Angustiado por la suerte que corría Jesús, Pedro, junto con otro discípulo entra en el patio del sumo sacerdote. Cuando la portera lo ve le pregunta: ¿no eres uno de los discípulos de este hombre? Pedro niega y dice que no. Después en medio de un grupo de siervos y alguaciles que se calentaban al fuego, Pedro le vuelven a preguntar si él no era uno de los discípulos de Jesús, y él respondió que no era. La tercera y última vez lo vio un siervo del sumo sacerdote, que era pariente de aquel que Pedro había cortado su oreja. Afirma verlo visto, pero una vez más Pedro niega toda relación con Jesús. En el evangelio de Lucas nos deja saber que Jesús se vuelve y lo mira, y en ese momento Pedro recuerda que Jesús le había anunciado esa noche de su triple negación. Inmediatamente la Biblia nos relata que Pedro salió de ese lugar y lloró amargamente.

¿Cómo Jesús restaura el corazón de este hombre que había estado a su lado por tres años y medio de ministerio? Un hombre comprometido, fiel y apasionado. Un hombre que se había convertido en los íntimos de Jesús; colocado dentro del ministerio para alcanzar grandes cosas y llevar a muchos el mensaje del evangelio.

Ahora vamos a viajar a un nuevo escenario- ya el Señor resucitado se manifiesta a sus discípulos junto al mar de Tiberias o mar de Galilea. Ahí se encontraba Pedro junto a otros discípulos y le dice que iba a pescar, pero después de toda la noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús se les aparece y les pregunta si había algo de comer, su respuesta no se hizo esperar y le dijeron que no. Inmediatamente, Jesús les dio una instrucción y les dijo que echaran la red a la derecha y hubo una pesca maravillosa y la red se les lleno de peces. Cuando Pedro se percató que era Jesús quien había dado ese comando, se tiró al mar y llegó hasta la orilla. Ya Jesús había estado preparando el desayuno y tenía las brasas ardiendo con un pez y pan y juntos compartieron de la gran pesca.

Jesús aprovecha para preguntarle a Pedro si lo amaba y Pedro le contesta que sí. Esto sucedió tres veces. Cuando Jesús preguntó desde la primera vez le mencionó si lo amaba con el amor ágape de Dios, o sea ese amor que todo lo da sin interés. Ese amor lleno de sacrificio, o sea, como el amor que llevó a Jesús a la cruz. Recordemos que Dios es amor.

Sin embargo, Pedro contestó que si lo amaba las primeras dos veces diciéndole que lo amaba con amor filial. Ese amor que se da en reciprocidad el uno por el otro como por un amigo. Cuando Jesús le vuelve a preguntar por tercera vez, Pedro se entristeció y le dijo: tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.

Voy a pararme aquí porque lo que quiero compartir es la restauración de este hombre y cuanto el Señor lo amaba. Primero se le aparece en privado como lo declara el evangelio de Lucas y en esa oportunidad no se relata exactamente qué sucedió, pero debe haber sido algo muy especial después de todo lo que había acontecido. Si podemos imaginar esa escena, es posible que en ese momento hubiera habido un arrepentimiento genuino y Jesucristo le ofreció inmediatamente su perdón y su amor. Sin embargo, faltaba algo más y es que el Señor necesitaba restaurarlo en público.

En este relato del evangelio de Juan donde el Señor le pregunta tres veces si lo amaba, a cada respuesta de Pedro el Señor le deja saber que cuide de sus ovejas, que las nutra y que las atienda. Jesús deseaba que Pedro se conectara de nuevo con la pesca de almas y no de peces. Cuando tú estás conectado al corazón de Dios todo lo que haces es bendito. Era necesario que Pedro pudiera cumplir con su asignación, tenía que amar a la manera de Dios, con entrega, compromiso, fidelidad, humildad, mansedumbre; entendiendo que, en Cristo, él iba a cumplir su ministerio y ser lleno de la Presencia de Dios para transmitir ese evangelio de salvación, liberación, sanidad y restauración.

Padre, hoy oro para que tú te manifiestes en cada persona que ha fallado en el camino. Que ellos sepan que tú no te has apartado de ellos y que estás ahí para amarlos, levantarlos, desaparecer el dolor, el rechazo, la vergüenza de sus vidas y llevarlos a ese lugar donde van a poder ser libres para amarte, servirte y proclamar tus misericordias y compasión a toda persona que lo necesite en el Nombre de Jesús.

Lecturas recomendadas:

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.” Juan 21:15

“Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.” Juan 21:6


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