Nuestro Dios vive y está sentado a la derecha del Padre
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que creen en mí, aunque esté muerto vivirá. Juan 11:25
Yo sé que todo el mundo habla de lo mismo, pues estamos cerrando la Semana Santa. El cierre termina en el gran evento de la resurrección. Jesús había nacido para cumplir con la misión de redimir a toda la humanidad. En ningún momento vemos a Jesús desviarse del plan que junto a su Padre se había decidido. La humanidad necesitaba un redentor y él tomó nuestro lugar.
Jesús se mantiene por seis horas muriendo de una forma agonizante para pagar por tu pecado y el mío. Sus enemigos, y sobre todo Satanás, dio fiesta, pues creyeron que aquel que decía ser el Hijo de Dios, ahora había sido derrotado. La realidad fue otra.
Su cuerpo magullado y sangriento fue llevado a un lugar de sepultura y la piedra que cerró la tumba la sellaron por órdenes de las autoridades romanas. Guardias fueron colocados para que nadie intentara robarse el cuerpo.
Lo que nadie sabía era que la muerte no lo iba a retener, pues Jesús, iba a resucitar al tercer día por medio del Espíritu Santo. Después del día de reposo, María Magdalena junto a otras dos mujeres fueron a ungir el cuerpo, pues no lo pudieron hacer en el momento de su muerte. Se encontraron que la piedra estaba removida y los guardias romanos no estaban guardando la tumba. Cuando entraron al sepulcro solo se encontraron con un joven sentado al lado derecho, cubierto de ropa blanca que les dijo que no se asustaran, pues a Jesús nazareno, el que fue crucificado, ha resucitado.
Quiero parar aquí, pues el énfasis que quiero hacerles es que el Señor Jesucristo fue a la cruz como cordero inmolado para que, con el derramamiento de su sangre, pagar por el pecado del hombre. Por medio de este sacrificio expiatorio, se abrió el camino para que desde ese momento todo aquel que recibe por fe a Jesucristo como su Señor y Salvador son salvos.
Cuando eso sucede, la Biblia dice que a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de convertirse en hijos de Dios. En el evangelio de Juan, leemos que Pedro le dice a Jesús que solo él tenía palabras de vida eterna y que él, junto con los otro discípulos, habían creído y conocían que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Ahora vamos a aplicar esta información para ti y para mí. Cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, las escrituras nos enseñan que el Espíritu Santo llega inmediatamente a habitar en nosotros y él vivifica nuestro espíritu humano. ¿Qué quiero que entiendas con estas palabras? El mismo Espíritu Santo que levantó de los muertos a Jesús, ahora mora en nosotros y es quien vivifica, o sea trae vida, a través de su poder.
El poder de Dios se manifiesta para salvar, sanar, libertar, prosperar, restaurar y restituir. Hoy es día de acción de gracias, pues en Cristo Jesús y por medio de su Espíritu tú y yo somos más que vencedores. Tú no fuiste a la cruz, Él lo hizo, para que hoy tú tuvieras vida y vida en abundancia.
Llenemos nuestro ser con su Palabra que es la verdad absoluta y la que nos muestra su gran amor por cada uno de nosotros. Padre, gracias porque entendemos que no merecemos nada, pero a ti te ha placido que nosotros, los que hemos tomado la decisión de creer que Jesús es el unigénito Hijo de Dios, que nació de una joven virgen, que caminó sobre la tierra, enseñando, predicando y sanando a todos los que se acercaron a él con fe, podamos convertirnos en tus hijos. Que hoy sea un día de cambio, que entendamos que tú, como dijo Pedro, eres el único que tienes palabras de vida eterna y que tu Santo Espíritu nos guíe, instruya y corrija para dejarnos transformar por medio de tu maravillosa Palabra en el Nombre de Jesús.