Y le volvió a decir: toma las saetas. Y luego que el rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó tres veces, y se detuvo. 2 Reyes 13:1
El otro día al acostarme el Espíritu Santo me llevó a este pasaje bíblico. Después de leer el capítulo, entendí lo que Dios me estaba revelando en relación con la oración.
Tú y yo oramos e intercedemos por múltiples razones. La mayoría de nosotros presentamos nuestras oraciones al Padre y no somos constantes al venir delante del trono de Dios. Otros, sencillamente al no recibir la respuesta que esperan, deciden tomar la ruta de desistir y creer que Dios debe estar muy ocupado para escuchar nuestras peticiones, nuestro clamor por aquello que nos importa.
Hoy deseo compartir algunas verdades que he aprendido a través de un caminar rendida a mi Señor.
Lo primero es: no te rindas. Dios si está atento a tu voz, él te escucha.
Dios trabaja con nuestro ser interior. Muchas veces tu actitud tiene que cambiar para que recibas lo que estás esperando y lo puedas preservar. Mi experiencia es que, a través de una intimidad con Dios en oración e intercesión, mi corazón fue cambiando; su Palabra fue transformándome a través de la renovación de mi mente.
Comencé a perseverar y a desarrollar fe. O sea, creer, aunque no viera la respuesta, si Dios lo prometía, yo lo iba a recibir en mi espíritu como algo hecho. Su gozo y su paz se convirtieron en la absoluta verdad que dictaría mi caminar con su Santo Espíritu.
Comprendí que perseverar en una vida de oración era esencial para mi crecimiento espiritual; esto tendría una repercusión en mi ser de forma integral. El mantener mis ojos enfocados en Jesucristo era esencial y él recompensaría mi vida y la de los míos.
Reconocer al Padre desde temprano en la mañana adorando su Santo Nombre y comprender que él está esperando escucharme y al mismo tiempo deseoso que yo lo escuche a Él.
La Palabra de Dios nos enseña con esta escritura que arriba cito que el rey de Israel recibió una instrucción de parte de Dios, a través del profeta Eliseo, que tomara las saetas y golpeara la tierra. Él solamente lo hizo tres veces y eso causó que Israel no pudiera vencer al enemigo que deseaba su completa eliminación.
El deseo de mi corazón en este día para todos ustedes es: no le pongas límites al Padre. Él no se va a cansar de escucharte. Sumérgete en su Palabra, toma tiempo todos los días en presentarte ante Él con un corazón rendido y deseoso de escucharle a través de su Santo Espíritu.
Llena de gratitud tu corazón porque despertaste sabiendo que hay un Padre en los cielos que envío a su Hijo a esta tierra para que su reino se multiplicara a través de su Iglesia y esos somos tú y yo.
Medita en su Palabra, acércate y deja que tu corazón lata al ritmo del corazón de Dios y llene cada rincón de tu ser para que puedas caminar con la certeza de que Dios está atento a tus oraciones y tu intercesión.
Padre, que esto que me inspiraste a escribir por medio de tu Espíritu Santo, sea para establecer tu Verdad y que cada persona leyendo esta reflexión sienta tu amor abrazándoles y dejándoles saber que a través de tu Hijo pueden alcanzar todo lo que tú tienes para ellos y que tu oído está listo para escuchar, así como ellos estén dispuestos a confiar y no desmayar en el Nombre de Jesús.